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EÍDOS 23
2023
ROCCHIO, et al. - Convivir en la ciudad: Una reexión sobre la percepción de inseguridad en el espacio público. pp. 3-13 ISSN:1390-5007
Al menos, se puede vivir en la ilu-
sión que ahora se puede disfrutar de un
espacio público sin peligro, que da casi
todo lo que el viejo espacio proporciona-
ba, pero en una escala cosmopolita glo-
bal, libre de las ataduras de lo local, lo
estrechamente parroquial, de la cercanía
geográca. En esta asepsia del peligro
que el otro ha terminado por representar
en su realidad física e inmediata, se des-
cubre que incluso la mera existencia car-
nal y corporal del otro ser humano es peli-
grosa: la pandemia convirtío, por ejemplo,
a cada uno y a cada cual en un riesgo
mortal por el solo hecho de existir física-
mente. Esto refuerza la tendencia cada
vez más generalizada de que toda reali-
dad humana carnal puede ser fuente de
terrores y de peligros, así como a hacer de
los humanos un germen de amenazas por
el solo hecho de serlo. La presunción de
inocencia es reemplazada por la presun-
ción de peligrosidad (Bude, 2017).
Es aún más curioso que, al alejar-
se del espacio público, se fortalece el en-
cierro en el espacio privado, pero siempre
con la pronta conectividad que brinda In-
ternet, lo cual, de manera ilusoria, abre la
puerta a lo público virtual, a la información
de fácil acceso e incluso a la inteligencia
articial y a la realidad aumentada. Nave-
gar da la sensación de estar afuera, pero
no en la calle.
Desgraciadamente, creer que en
la existencia en el claustro virtual se ha
logrado la seguridad de un mundo priva-
do uterino libre de los miedos del espa-
cio público, resulta ilusorio, pero no es
tan evidente. En efecto, la web no es un
mundo privado: ella está sometida a in-
vasiones y brechas generalizadas y más
potentes que las que podría lograr el más
audaz de los ladrones. La red permite, a
quienes tienen la destreza, tecnología y
recursos, todas las capacidades que no
se hallan equitativamente distribuidas, y a
apoderarse de la vida entera de quienes
han transferido su existencia a las mora-
das digitales.
El ciudadano cree haberse asegu-
rado, rodeando su lugar de residencia con
alarmas, cámaras y guardias, para poder
sumergirse en un mundo hiperprivado, li-
bre de incursiones. Pero no percibe que
ahora está siendo asaltado 24/7 y que los
asaltantes tienen acceso a más que al
efectivo de su billetera: los múltiples asal-
tantes se apoderan de todos sus datos
personales, de cada una de sus acciones,
en un sistema de vigilancia de mil cabe-
zas, que lo despoja ya no de un bien ma-
terial discreto sino del conjunto de la vida,
de los actos, de los pensamientos, de las
palabras, de las imagines: ahora se trata
de un asalto continuo, permanente, inago-
table, completo y totalizante. Ahora los da-
tos valen más y tienen más consecuencias
que cualquier billete, joya o aparato que
el ciudadano pueda portar por la calle. El
dato es el valor más decisivo en la vida
de las personas, y estos datos son perpe-
tuamente conscados a través de la pre-
sencia digital. Se han salvado los muebles
de la casa, pero la existencia completa del
habitante ha quedado entregada a un pú-
blico sin rostro y de insondables poderes.
Ahora el punto no es arrebatar cosas, el
punto es el saber sobre la víctima, porque
todo lo que se sabe de alguien o de algo,
signica poder sobre ese alguien o ese
algo, por parte de quien sabe; peor aún
si ese poder es asimétrico: el sabido no
sabe nada o muy poco de quien lo sabe
(Castells, 2004).
Aunque psicológicamente un cu-
chillo en la garganta parece ser mucho
más traumático, las consecuencias a largo
plazo, en términos de pérdida de sí mis-
mo, de la autonomía, libertad, intimidad,
pertenencia y poder sobre sí, son inni-
tamente más graves en la presunta priva-
cidad del mundo digital. Solo que, como
anteriormente dicho, la víctima no siente,
no sabe, no percibe cómo la gigantesca
araña de la red absorbe toda su existen-
cia y se la expropia haciéndose de todo el
poder sobre su víctima. Al menos al delin-
cuente común existe la posibilidad de ver
y entablar una relación (por distorsionada
que esta sea) con otro que es como yo,
una alteridad corpórea, humana y de car-
ne y hueso.
El ciberespionaje y la ciberexpro-
piación, el ciberpoder y la cibermanipu-
lación ameritan una reexión en términos
de derechos (Tapia Hernández, Ruiz Ca-
nizales, Vega Páez, 2021), en cuanto se
llega hasta una conscación de lo que tie-
nen las personas, probablemente de una
magnitud mucho más grande que cual-
quier asalto callejero, pero al mismo tiem-