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EÍDOS 19
2022
1. INTRODUCCIÓN
El plan de vivienda social Solanda
inició en 1971 con unidades habitacionales
destinadas para personas de bajos
ingresos (Kueva, 2017). El proyecto
abarcaba “cuatro barrios que alojarían a
5407 familias, 4275 viviendas unifamiliares
y 1152 multifamiliares, con una población
total de 32 652 habitantes y una densidad
urbana promedio de 58.10 viviendas/ha”
(Junta Nacional de la Vivienda, 1981).
Entre las problemáticas del plan que
vivenciaron sus primeros pobladores se
tenía la carencia de servicios básicos, vías
de acceso y conectividad con la ciudad, lo
que motivó a sus habitantes a conformar
grupos con la nalidad de promover y
dotar de equipamientos, vías y servicios
básicos al barrio. Muchos de estos
grupos fueron liderados, en especial, por
mujeres (Acosta, 2009), y en la actualidad
mantienen una presencia y gestión activa
en el barrio.
La urbanización del plan se
conguró en un área de 150 hectáreas con
uso mixto y varias unidades de vivienda con
la planta baja destinada para el comercio.
Las dotaciones iniciales incluyeron 67
espacios públicos y un mercado (Bucheli
y Realpe, 2018). Las bases del diseño
adoptaron patrones de vivienda progresiva
la cual permite incrementar el área útil según
las necesidades de sus residentes (Juárez,
2020). Con el paso del tiempo el crecimiento
de las viviendas ha ido adoptando formas
más diversas a las imaginadas dentro del
plan inicial, un incremento en la densidad
planicada y de espacios autoproducidos
(Guzmán y Ochoa, 2018; Museo de los
desplazados, s/f; Kueva, 2017). Actualmente
se pueden observar edicaciones de
cinco, seis, siete pisos en los lugares que
estaban destinados para viviendas de
hasta tres pisos. Existen construcciones
o ampliaciones no autorizadas a nivel de
piso, en el techo y en las mismas fachadas.
Algunos espacios públicos se encuentran
invadidos o han transformado su uso para
el comercio o aparcamientos (Acosta, 2009;
Martin, 2019; Libertun, 2018; Nieto, 1999).
En contraste, otros espacios como los
parqueaderos se han conservado, incluso,
los vecinos han encontrado formas de
ampliarlos. Por último, el paisaje denota que
en varias calles y callejones se carece de
iluminación, vegetación o mobiliario.
El conjunto de estas cualidades
físicas, entre otras de tinte social y
económico, ha conducido a la construcción
de un imaginario de inseguridad sobre el
barrio que se puede palpar al recorrer
sus espacios públicos. Es tal la situación
que los habitantes han manifestado en
noticieros y diarios, varios pedidos a las
autoridades para trabajar en la inseguridad
que los atemoriza.
Un lugar percibido como seguro
se dene como aquel donde el diseño,
el mantenimiento y las políticas trabajan
juntas para que el público general
lo perciba como tal y quiera visitarlo
regularmente (Polko y Kimic, 2022). Por el
contrario; la percepción de inseguridad en
el espacio se dene como una respuesta
emocional, a nivel individual o colectivo,
que despierta miedo o ansiedad ante
ciertas cualidades o símbolos de los
lugares (Ferrano, 1995; Jasso, 2015).
Incluso cuando la inseguridad no sea real,
ciertas cualidades de los espacios pueden
despertar una percepción de violación
al uso sano y participativo del espacio
público, lo que se convierte en un problema
de mucha relevancia porque inuye en
el comportamiento de las personas y en
su bienestar psicológico (Ferraro, 1995;
Foster et al., 2010; Sundling y Ceccato
2022), por lo que varios estudios se han
enfocado en entender las características
que construyen la percepción y su impacto
sobre el comportamiento.
Especícamente en lo que respecta
al medio físico y el espacio público, que
es el enfoque de este trabajo, existen
varios estudios que recogen una serie de
factores que inuyen en la percepción de
seguridad o de inseguridad, como son la
iluminación (Chowdhury y van Wee, 2020;
Ceccato, 2013; Cozens et al., 2003;); la
amplitud visual o visibilidad (Cozens et
al., 2004), dentro de lo que también se
reconoce la legibilidad del entorno (Lynh,
1964); la limpieza de los espacios así como
la prevención de símbolos de descuido de
la imagen como el grafti descontrolado
o la suciedad (Polko y Kimic, 2022;
Sundling y Ceccato, 2022; Lorenc et al.,
2012; Jacobs, 1961; Cozens y Love, 2015;
Coppola y Silvestri, 2020; Wilson y Kelling,
1982, 5); la presencia de áreas verdes,
vegetación, personas y tecnología de
vigilancia como cámaras (Van Dinter et al.,
ISSN:1390-5007 GALLARDO, et al. - Espacio público, medio físico y percepción de inseguridad en el barrio Solanda. pp. 25-33