TSAFIQUI | Revista Científica en Ciencias Sociales  
Nº 16, 2021 | ISSN 1390-5341 - eISSN 2602-8069 | Universidad UTE  
www.revistas.ute.edu.ec/index.php/tsafiqui/index  
Importancia de las luchas populares,  
desde la Época Colonial, en la configuración  
del Estado-nación ecuatoriano  
The importance of the popular masses in the development  
of ecuador’s national state since the colonial period  
https://doi.org/10.29019/tsafiqui.v12i16.879  
Jorge Almeida  
RESUMEN  
Desde un punto de vista social, el desarrollo histórico del Ecuador se enmarca en el establecimiento de un proyecto nacional  
hegemónico caracterizado por expresiones y practicas de exclusión basadas en la clase, la raza y el color de la piel, originadas  
en concepciones coloniales de ordenamiento social basándose en una estructura de castas bien diferenciadas. Esta pesada he-  
rencia influenciará de distintas maneras en la consolidación de una nación que parte desde una visión de las elites, en profunda  
contradicción con los sectores populares que se van desarrollando como elementos subalternos, pero que como veremos en el  
desarrollo de este trabajo que abarca los distintos períodos históricos del país, desde la Colonia al presente, van también convir-  
tiéndose en actores de su propia historia, pugnando por alcanzar niveles de representatividad y conducción.  
ABSTRACT  
Ecuador`s historical development has been profoundly influenced by its colonial inheritance, based in a structured caste sys-  
tem, that spawned a hegemonical national project characterized by racial and class discrimination. As such the Ecuadorian na-  
tion has been developed through the vision of its elites in a profound contradiction with the popular masses that developed as  
subordinated elements, yet however as we will see in this work, these popular masses have also struggled not only to be included  
and represented but also to lead and therefore, construct themselves as historical actors on their own right.  
PALABRAS CLAVE | KEYWORDS 109-117  
Clases populares, Élites, Colonialidad, Movimientos Sociales, Movimiento Indígena, Trabajadores.  
Recibido: 07/04/21 - Aceptado: 27/05/21 - Publicado: 01/06/21 | Páginas: 109-117  
INTRODUCCIÓN  
110  
En su tesis séptima sobre la historia, Walter Benjamin llama a la reflexión sobre la inexistencia de una posición  
neutral del historiador, entendiendo que, una narración de la historia que se enfoca tan solo en los grandes mo-  
mentos y personajes, constituye el relato de la clase dominante y deja por fuera el proceso de despojo que acarrea  
justamente su elevación a la posición de dominio, pero también el proceso creativo de los excluidos (Benjamin,  
.
2
008, pp. 22-23) Este es el ánimo de este trabajo, que intenta enumerar hitos centrales de la participación de  
los sectores populares en nuestra historia y evidenciar así su papel fundamental en la creación de la idea de un  
Ecuador plurinacional y pluricultural.  
En ese sentido abordaremos en primer instancia el período colonial como momento fundacional de un pro-  
yecto de las élites económicas y raciales, frente al cual eclosionarán las primeras expresiones de la lucha popular,  
que, poco a poco, se irán acondicionando al surgimiento de un proyecto nacional criollo que mantienen niveles  
de exclusión basadas en la propiedad, la riqueza y la raza; modificándose posteriormente hacia una hegemonía  
del sentimiento mestizo donde existe una mayor cabida a la expresión popular pero que no logra aun cohesionar  
todas sus diversidades.  
PERÍODO COLONIAL  
La sociedad colonial se caracterizaría por el establecimiento de una estructura piramidal fundada en la cla-  
ridad de la piel y el origen peninsular como fuentes de jerarquía social, basadas en el control de la tierra y la  
explotación de la mano de obra indígena. Los primeros años de la Colonia se caracterizaron por una relación  
entre conquistadores y conquistados que se organizó con base en una red de relaciones bilaterales, tácticas, rela-  
tivamente flexibles, caracterizadas por la explotación mutua (Salomon, 1996, p. 111).  
Sin embargo, la imposición del sistema de mandato indirecto (Salomon, 1996, p. 111), junto con un declive  
de la población indígena por las guerras, epidemias y explotación, incidirá sobre el control de la mano de obra y las  
tierras baldías, que llevaría luego a la consolidación de la hacienda (Miño Grijalva, 1996, pp. 55-61); situación que  
irá desarticulando una sociedad indígena relativamente autónoma, aunque subordinada (Salomon, 1996, p. 114).  
Otro sector popular, que se adscribiría al régimen de la hacienda son los negros quienes, si bien habían llegado  
con los conquistadores (Quintero, 1983, pp. 29-30) incrementarán su presencia como esclavos en las haciendas  
cañeras del Chota, de propiedad de los jesuitas. Siendo este el estrato popular de peores condiciones en la Colo-  
nia (Quintero, 1983, p. 47).  
Por otra parte, se dio la tendencia de separar a la élite indígena de sus bases a través de la aculturación, de la asi-  
milación y del proceso de enriquecimiento de los cacicazgos mediante la apropiación de las tierras otrora estatales  
o comunales; así como también de la capitalización y monetización de las relaciones con sus tributarios y tierras  
(
Salomon, 1996, pp. 115-116). Esto llevó a que muchos ayllus y familias huyeran de sus territorios, iniciándose el  
forasterismo” como método de evasión tributaria y que, junto a la migración y la lucha por la tierra (Miño Grijalva,  
996, p. 74) serían los principales métodos de resistencia indígena frente al dominio colonial (Bustos Lozano y  
1
Terán Najas, 2015, p. 74) Ambos fenómenos influirían decididamente en el surgimiento del mestizaje.  
El naciente “populacho” urbano-mestizo de artesanos, comenzará a organizarse en torno a gremios y cofradías  
(Quintero, 1983, p. 33) vinculándose con la economía del textil a través de “chorrillos” y “obrajuelos” (Miño Gri-  
jalva, 1996, pp. 97-100). Este grupo tendrá una participación destacada en la Rebelión de las Alcabalas, la que pese  
a comenzar como una revuelta de las élites contra el impuesto (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p. 85) amalga-  
mará el descontento popular (con excepción de los indígenas) contra el gravamen (Landázuri, 1996, pp. 209-210),  
generándose, además, una incipiente conciencia criolla (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, pp. 94-97).  
Durante los siglos XVIII y principios del XIX, la sociedad mestiza continuará fortaleciéndose y se irá conso-  
lidando un sincretismo cultural bilingüe que caracterizó a los barrios populares de las ciudades de la Audiencia  
de Quito (Salomon, 1996, p. 118) sincretismo que ha llevado a algunos autores a hablar de una cultura colonial  
barroca expresada a través de las festividades (Núñez Sánchez, 2015, p. 11). Este sincretismo, realizará además gran-  
des aportes a la cultura nacional, con su participación como albañiles, pintores y artesanos en la elaboración de las  
iglesias y obras de arte coloniales en especial de la Escuela quiteña (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p. 131).  
.
.
Páginas: 109-117 https://doi.org/10.29019/tsafiqui.v12i16.879  16, 2021  
Este estrato social —que para 1730 abarcaba prácticamente un tercio de la población que habitaba la Real  
Audiencia de Quito— (Quintero, 1983, p. 45), se encontraba subordinado a las élites por redes clientelares que  
les brindaban empleo (Terán Najas, 2009, p. 102). Sin embargo, empezará ya a identificarse un sector político  
111  
(Quintero, 1983, p. 45) aunque asociado a “la desocupación, vida inestable y a la ‘plebe ’, que era un conjunto  
social de pobres urbanos [...]”; (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p. 119) será el foco de la protesta social,  
destacándose la ya mencionada revuelta de Quito y sus barrios en 1765 (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p.  
1
19) en la que los sectores populares expulsarían a las autoridades españolas y tomarían el control de la ciudad,  
armándose bajo el grito de “¡Viva el rey, mueran los chapetones!” (Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p. 124).  
La presión fiscal generada por las reformas borbónicas hizo del siglo XVIII y principios del siglo XIX un  
1
período de constantes revueltas, con la particularidad de que, en la Audiencia de Quito estas revueltas se enmar-  
carían además en condiciones previas, como el declive de la economía textil y la pandemia de 1765 (Minchom,  
2
019, p. posición 5627-5647). Lo cierto es que la grave crisis económica generó “una creciente polarización  
ricos-pobres” (Terán Najas, 2009) que empujó a los sectores populares hacia una “transición [...], desde la esfera  
de la sociedad corporativa y clientelar, a la esfera de la marginalidad y la ilegalidad” (Terán Najas, 2009, p. 103).  
Tras la revuelta, el territorio de la Audiencia entraría en una tensa calma; lo que resulta particular pues, a par-  
tir de 1780, se generarían diversas revueltas regionales como la de los comuneros en Nueva Granada o la rebelión  
de Túpac Amaru en el Perú, que movilizarían a amplios sectores populares, pero con muy poco eco en nuestros  
territorios. No obstante, es un fenómeno comprensible ante el carácter decididamente popular de la revuelta de  
1
765, en el que “la élite criolla había visto de lo que era capaz el populacho y durante décadas tendría más miedo  
de este, que de las reformas fiscales” (Minchom, 2019, p. posición 5856).  
INDEPENDENCIA Y PERÍODO COLOMBIANO  
El programa independentista fue esencialmente un proyecto criollo, aunque no uniforme, pues se vio marca-  
do por procesos de desarrollo económico heterogéneo en las regiones de la Audiencia de Quito, con una crisis  
económica en la Sierra centro norte marcada por una economía subsumida a la hacienda (Mills, 1996, p. 156).  
Mientras que, por otra parte, Cuenca, gracias a la exportación de cascarilla, se encontraba en un período econó-  
mico favorable (Mills, 1996, p. 276).  
En la Costa, merced al intenso comercio del cacao, se desarrollarán grandes latifundios y un importante cre-  
cimiento poblacional, a esto contribuyó también la migración de mestizos e indígenas, principalmente al agro,  
quienes irán reemplazando a los esclavos negros en el trabajo en las haciendas cacaoteras. Esto propició el des-  
envolvimiento de relaciones de trabajo mixtas donde coexistirían el concertaje, el trabajo esclavo y trabajadores  
asalariados (Mills, 1996, pp. 154-155). Por su parte, la plebe urbana se agrupará principalmente en Guayaquil,  
donde para 1832 los artesanos agremiados constituían el 8 % de la población urbana.  
Cabe señalar que el carácter de élite de estos proyectos nacionales que no buscaban un cambio fundamental  
en el tipo de desarrollo planteado por el modelo colonial, sino simplemente extirpar a la corona de la ecuación  
(
Manuel Chiriboga, 1996, pp. 274-276). Por este motivo, llevó apenas a una participación pasiva de las clases  
populares (Landázuri Camacho, 2015, p. 140), en especial de los indígenas quienes, incluso en algunos casos,  
se transformaron en oposición directa al proceso independentista (Manuel Chiriboga, 1996, p. 280). Pese a esta  
conducta general de las clases populares, se destaca su intervención en el proceso de independencia quiteño a partir  
de 1810. Pues si bien, la primera etapa de esta insurrección (1809) se enmarcó en un proceso conspirativo de la  
élite criolla local por la toma del poder que reproducía el sistema de dominación de la elite criolla, con base en su  
control sobre la milicia local (Minchom, 2019, p. Posición 6044-6071).  
La represión gestada por las fuerzas militares de Manuel Arredondo, comandante enviado por el Virrey de  
Lima, despertaría el repudio de la sociedad quiteña, en especial, de sus clases populares que tratarían de asaltar  
la cárcel de la ciudad el 2 de agosto de 1810, hecho que provocaría una masacre por parte del ejército, que ho-  
rrorizaría a América entera (Landázuri Camacho, 2015, p. 150) A su vez, la participación popular permitiría a  
1
1
Varias rebeliones indígenas se desarrollarían durante este período, Pomallacta en 1730; Riobamba 1764; San Miguel 1766, San Phelipe  
771; Otavalo 1777; Guamote y Columba 1803. (Ver Bustos Lozano y Terán Najas, 2015, p. 73).  
.
.
Nº 16, 2021 eISSN: 2602-8069 - ISSN: 1390-5341 Páginas: 109-117  
la segunda junta encabezada por Carlos Montufar, levantar una resistencia armada y ofensiva contra Guayaquil,  
Pasto y Cuenca que, aunque conseguiría ciertas victorias, fue finalmente derrotada en 1812 (Manuel Chiriboga,  
112  
1
996, pp. 279-280).  
La campaña liberadora de Bolívar generó una mayor participación de las clases subalternas, debido a la clari-  
dad del Libertador al comprender que para triunfar necesitaría de la colaboración de todos los grupos domina-  
dos, previendo una concepción de la guerra que busque la incorporación de indios, mestizos, negros y mulatos,  
tanto al ejército como al Estado, pero bajo tutelaje criollo (Manuel Chiriboga, 1996, p. 287); la manumisión  
de los esclavos y la eliminación del tributo indígena son ejemplos de esta política de tinte liberal. Sin embargo,  
esta posición era rechazada por las élites criollas, pues era entendida como una amenaza a su dominio sobre la  
explotación indígena, que era la base de su economía; particularmente en Quito, donde “la política liberal de  
Santander desestabilizaba la sociedad jerárquica y corporativa quiteña y afectaba los intereses de los marqueses”  
(
Manuel Chiriboga, 1996, p. 294).  
En ese sentido, la política bolivariana cambió de rumbo y pactó con la élite terrateniente, generando una  
política conservadora y restaurando el tributo indígena. Ayudó además a sofocar rebeliones de esclavos en la  
Costa, lo que le granjeó el apoyo guayaquileño que prefería un gobierno fuerte, que evite posibles alzamientos  
populares. Este escenario determinó a los años finales del período colombiano como los de una alianza “entre  
los terratenientes criollos, los militares gran-colombianos y el alto clero”(Manuel Chiriboga, 1996, p. 299), que  
permitió la perpetuación del sistema de dominio heredado por la Colonia.  
PERÍODO REPUBLICANO  
Los inicios de la República verán una continuación de la situación económica vivida durante el período co-  
lombiano, basada en el desarrollo heterogéneo de Quito (hacienda-textiles), Cuenca (minería-quina) y Guaya-  
quil (cacao) (Ayala Mora, 2015a, pp. 19-20). En consecuencia, se generan proyectos de las élites regionales que  
confrontarán la idea de un Estado centralista, con un proyecto serrano de tipo católico y un proyecto costeño de  
tipo laico (Maiguashca, 1983, p. 185).  
La naciente identidad de la República del Ecuador se erigirá sobre lo que Maiguashca denomina la “frontera  
interna”, entendida como la separación del proyecto nacional hispano/y mestizo de las masas indígenas entendi-  
dos simplemente como fuerza laboral (Maiguashca, 1983, pp. 187-188). La propiedad comunal de la tierra de  
los pueblos indígenas se mantendrá, aunque por supuesto subordinada a los intereses de la clase dominante y mu-  
chas veces también en contradicción con estos últimos como destaca la rebelión de Guachalá en 1843, que sería  
duramente aplastada (Geours, 1983, p. 64). A la vez, figuras como los tributos y los protectores de indios se eli-  
minarán a mediados del siglo XIX, junto con la esclavitud que fue suprimida en el Gobierno de Urbina (1851);  
sobre este punto es importante notar que la misma había declinado considerablemente gracias al dinamismo  
económico de la Costa y las migraciones de mano de obra hacia esta región (Ayala Mora, 2015a, pp. 29-41).  
La crisis provocada por la pugna entre las élites regionales, que llevó prácticamente a la posibilidad de disolu-  
ción nacional en 1859, encontró un freno durante el Gobierno de García Moreno, en términos de lo que Ayala  
Mora denomina la “Alianza Oligárquica”. Es decir, un proyecto político orientado a “superar la etapa inicial de  
anarquía y establecer un entendimiento expreso o tácito entre los sectores en pugna de la clase dominante” (Ayala  
Mora, 1981, p. 4).  
Bajo este esquema, se privilegiaría un Estado fuerte y autoritario, que mantenga el orden impuesto por la  
fuerza y un gobierno centralizado que aplique políticas en beneficio del desarrollo económico (Geours, 1983, p.  
6
5); así como, la modernización y reforma del clero; consolidando así el proyecto oligárquico de las élites (Ayala  
Mora, 1981, pp. 9-14) lo que implicaría a su vez, un recrudecimiento de la situación de explotación de las clases  
populares, en especial de los indígenas, quienes llevarían a cabo varios levantamientos en Cañar (1862), Imba-  
bura y Azuay (1871) (Ayala Mora, 1981, p. 4). De entre ellos, destaca el levantamiento realizado por Fernando  
Daquilema que:  
[
...] desemboca en una masiva y violenta sublevación en la región del Chimborazo, en 1871; aún más,  
como no había acontecido desde mediados del siglo XVIII, parece que asistimos a una suerte de ensayo  
.
.
Páginas: 109-117 https://doi.org/10.29019/tsafiqui.v12i16.879  16, 2021  
de independización étnica y, en consecuencia, de desconocimiento del Estado en la época. (Fuentealba,  
983, p. 71)  
113  
1
Ya en las décadas finales del siglo XIX, el “proyecto nacional criollo-latifundista” (Ayala Mora, 2008, p. 110)  
empezaría a encontrar sus límites. Sobre todo, ello se concatenaría con la emergencia de nuevos actores sociales  
y políticos que empezaron a criticar este proyecto excluyente que nunca logró superar el “divorcio entre las fa-  
milias gobernantes ‘blancas’ y el resto del país, cholo, montubio, indio y negro [...]” (Ayala Mora, 2008, p. 109).  
Al mismo tiempo, las críticas de intelectuales liberales como Montalvo —pero también de conservadores como  
Juan León Mera—, dan muestra de la consolidación de un sentido de identidad que buscaba afianzarse en raíces  
nacionales y populares, que encontraría eco en las luchas liberales que marcarían los últimos años del siglo XIX  
y principios del XX (Ayala Mora, 2008, p. 110).  
De esta manera, el siglo XX encontró al Ecuador saliendo de un período de guerra civil que culminó con el  
triunfo de la Revolución Liberal de Eloy Alfaro en 1895. Para Maiguashca, la Revolución Liberal no necesaria-  
mente fue un conflicto entre clases, sino “sobre todo de un conflicto horizontal, es decir, un conflicto entre gru-  
pos, que estaban socialmente a un mismo nivel” (Maiguashca, 1983, p. 198). Destaca, sin embargo, una primera  
fase vinculada con el alfarismo, donde prima un liberalismo que buscó la integración nacional, una sociedad laica  
e igualitaria y la promoción de la industria (Maiguashca, 1983, p. 199).  
Es importante notar que los cambios radicales llevados a cambio por Alfaro hubiesen sido imposibles sin una  
amplia movilización popular que dio la característica a esta fracción del liberalismo, en especial, a través de su  
expresión armada en las montoneras, las que tendrán además un papel destacado en la lucha contra el dominio  
plutocrático, sobresaliendo en la costa en la rebelión de Carlos Concha(Antón, 2012, pp. 15-16).  
Por otra parte, la concentración de capital producida por la exportación del cacao permitió la consolidación  
de una burguesía agroexportadora-financiera agrupada en pocas familias, que impulsó la Revolución liberal y,  
tras la muerte de Alfaro, consiguió convertirse en hegemónica (Chiriboga, 1983, pp. 92-93). La dinamización  
económica que produjo el auge cacaotero posibilitó el surgimiento de una pequeña industria nacional ( Chiribo-  
ga, 1983, pp. 87-88) la que determinará el surgimiento de una clase obrera urbana concentrada principalmente  
en Guayaquil, aunque existen también pequeños núcleos industriales en la sierra en torno a la producción textil.  
El clivaje regional influirá en las organizaciones de trabajadores. Así, por ejemplo, en 1892 Quito contaba  
con la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha, de origen gremialista y confesional, vinculada posterior-  
mente con el Centro de Obreros Católicos fundado en 1906 y muy cercano al partido conservador. En la costa,  
la organización transitará en torno al liberalismo; entre 1905 y 1906 se crearían el Partido Obrero Liberal y la  
Confederación Obrera del Ecuador, impulsados por anarquistas como el cubano Albuquerque (Paéz Cordero,  
2
001, p. 35).  
Se empezaría también a configurar una intelectualidad popular que, junto al surgimiento de la prensa obrera  
Paéz Cordero, 2001, pp. 33-34) y por la influencia de marinos y trabajadores extranjeros de tendencia socialista  
(
y anarquista, permite a los sectores populares convertirse en actores políticos, mediante el uso de la huelga como  
una herramienta no solo reivindicativa, sino política (Paéz Cordero, 2001, p. 48), por ejemplo, en 1913 la Reu-  
nión de Sindicatos de Guayaquil reivindicaría el derecho a las ocho horas de trabajo, que finalmente se decreta  
en 1916 (Muñoz Vicuña, 1986, pp. 20-29).  
No obstante, la grave situación económica de 1920 afectará profundamente a los sectores populares, espe-  
cialmente por el incremento del costo de la vida(Chiriboga, 1983, pp. 104-105), llegando incluso a permear a los  
sectores medios, lo que generó una crisis de lealtad en los empleados públicos (Paéz Cordero, 2001, p. 43). Así,  
a partir de septiembre de 1922, empiezan a sucederse varias movilizaciones y huelgas en la ciudad de Guayaquil  
que agrupaban a distintos grupos gremiales y sindicales, como la Federación de Trabajadores Regional Ecuato-  
riana (FTRE) o la Confederación Obrera del Guayas (COG), la que iniciaría también movilizaciones, aunque  
en torno a la incautación de giros (González Leal, 1997, pp. 165-166).  
El 13 de noviembre, la FTRE y la COG confluirán en una asamblea popular que decretará la huelga general. El  
4 de noviembre se dio una gran movilización que copó las calles de Guayaquil (González Leal, 1997, p. 168). El  
5 de noviembre, pese a los intentos de los dirigentes por detenerla, se genera una gran movilización popular que es  
1
1
acribillada por las fuerzas militares apostadas en la ciudad; los cuerpos masacrados de las y los obreros guayaquileños  
serían arrojados al mar ante los aplausos de la prensa, los políticos y la iglesia (Ayala Mora, 2015b, p. 103).  
.
.
Nº 16, 2021 eISSN: 2602-8069 - ISSN: 1390-5341 Páginas: 109-117  
Para 1925 la crisis y la polarización hacía insostenible el mantenimiento del poder por parte del sector oligár-  
quico, el que es derrocado por un grupo de militares influidos por ideas de izquierda (Paéz Cordero, 2001, pp.  
114  
3
8-39) antioligárquicas y antiplutocráticas en la Revolución Juliana, aunque la crisis se extendería por al menos  
dos décadas más, especialmente por la dependencia económica del país y la crisis de la bolsa de 1930 (Ayala  
Mora, 2015b, pp. 105-107). De tal suerte, el proceso juliano, se vio envuelto una vez más en la pugna regional  
entre élites serranas y costeñas y terminó decantando en un proceso reformista de modernización del Estado, que  
logró establecer restricciones a los plutócratas, pero que, al mismo tiempo, no tuvo ningún problema en reprimir  
a sectores populares, como durante el levantamiento indígena de Columbe en 1929 (Cueva, s/f, pp. 91-95).  
Paralelamente, este período se verá marcado por la insurgencia del movimiento popular como un actor social  
y políticamente organizado, destacándose sobre todo el nacimiento del Partido Socialista Ecuatoriano en 1926,  
como el espacio donde confluirían las diferentes tendencias de la germinante izquierda ecuatoriana. Sin embar-  
go, ya para 1931 este se dividirá, surgiendo de sus entrañas el Partido Comunista Ecuatoriano (Paéz Cordero,  
2
001, pp. 106-107).  
De forma similar, en los años treinta nace la Confederación Ecuatoriana de Obreros Católicos (CEDOC),  
heredera de los gremios y cofradías confesionales de siglos anteriores, con una extracción mayoritariamente arte-  
sanal y una marcada animadversión al sindicalismo de izquierda y la revolución social, aunque esta posición ira  
variando, posteriormente, (Ycaza, 1991, pp. 52-61). Se conseguirá como producto de la lucha, la expedición del  
Código del Trabajo de 1938 y la Ley de Comunas de 1939.  
En 1942 nacen la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE) y la Confederación de Tra-  
bajadores del Ecuador (CTE), como resultado del esfuerzo de los partidos socialista y comunista por el estable-  
cimiento de una posición clasista entre los sindicatos, así como de reivindicar la unión de todas las clases subal-  
ternas en una alianza entre trabajadores y campesinos.(Ycaza, 1991, pp. 81-132). En este mismo año, surgen la  
Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), como producto de un largo proceso de luchas reivindicativas y asociati-  
vas desarrolladas por los indígenas, sobre todo, en Pichincha, Chimborazo, Cotopaxi e Imbabura, que buscaban  
el acceso y propiedad sobre la tierra y el agua y la eliminación de relaciones serviles de producción.  
Mientras tanto, a nivel cultural grupos de intelectuales provenientes en su mayoría de los estratos medios, sin-  
tonizarán profundamente con las reivindicaciones sociales y la ideología socialista y comunista, creando una ex-  
presión artística de tinte popular y contestataria, representada en la literatura con la “Generación de los 30” y, en  
la plástica, con artistas de la talla de Kingman, Paredes y Guayasamín, entre otros (Ayala Mora, 2015b, p. 113).  
Los años cincuenta verán mejorar la economía gracias al boom bananero, que produjo “una acelerada urbani-  
zación; el fortalecimiento del estado; y, hacia inicios de los años sesenta, la disolución de las relaciones pre capita-  
listas en el agro y el proceso de sustitución de importaciones” (Cueva, s/f, p. 95) Esto implicará una moderación  
de la lucha social, aunque los beneficios económicos no se extendían necesariamente a los sectores más empobre-  
cidos que engrosaban los barrios marginales de las ciudades, sobre todo de Guayaquil, donde la izquierda de tinte  
marxista perdía camino ante el surgimiento de grupos populistas como Concentración de Fuerzas Populares  
(
CFP) y el velasquismo (Ayala Mora, 2015b, pp. 125-130).  
A pesar de haberlo apoyado en 1944, las fuerzas populares concentradas en los partidos comunista y socia-  
lista, así como en la CTE, participarán en una decidida lucha contra Velasco Ibarra, quien desplegará una fuerte  
política represiva contra los sectores sociales. Por otro lado, “los reducidos niveles de vida de los trabajadores  
directamente relacionados con el banano y las precarias condiciones de los campesinos sectores subalternos ru-  
rales, permitirán en 1954 la creación de la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral (FTAL), adscrita a  
la CTE.(Ycaza, 1991, pp. 166-168).  
Los años sesenta, por su parte, se encuentran marcados por el declive de la economía bananera en Ecuador y  
una profunda contienda ideológica en América Latina que, tras la Revolución cubana, fomentará las actividades  
revolucionaras en el continente. En Ecuador se crea así la Unión Revolucionaria Juvenil Ecuatoriana (URJE),  
pero se desarrolla también un programa de tinte reaccionario auspiciado principalmente por los Estados Unidos,  
mediante la Alianza para el Progreso (Ycaza, 1991, pp. 187-195). En el mismo sentido, como parte de la contrao-  
fensiva anticomunista, se crea el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, cuya expresión  
nacional será la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL) que nace en 1962  
(
Ycaza, 1991, pp. 187-195). Es importante mencionar que esta organización desplegará una agenda sindical  
moderna, especialmente en su lucha por la contratación colectiva (Ayala Mora, 2015c, p. 150).  
.
.
Páginas: 109-117 https://doi.org/10.29019/tsafiqui.v12i16.879  16, 2021  
A partir de esta década, en Ecuador se sucederían varias dictaduras militares que, buscando limitar la amenaza  
de una revolución comunista, en 1964 establecerán la primera Ley de Reforma Agraria, desarticulando la hacien-  
da y transitando hacia formas más modernas de capitalismo agrícola (Ayala Mora, 2015c, p. 159). Nace también  
el Partido Socialista Revolucionario (PSRE), que busca retomar una posición revolucionaria en el socialismo y la  
FENOC (1968); a su vez, surge el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador (PCMLE), de extracción  
maoísta, pero generado por infiltrados de la CIA (Ycaza, 1991, pp. 208-210).  
115  
Los años setenta estarán marcados por el boom petrolero. Por otra parte, se observará una nueva etapa de  
crecimiento de la lucha de los sectores populares. De igual forma, se desarrollará la iglesia social en el país con  
un referente en Monseñor Leónidas Proaño (Ayala Mora, 2015c, p. 155) y surgirán organizaciones de izquierda  
radical, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, bastante activo en los sectores estudiantiles a finales  
de los sesenta (Ycaza, 1991, pp. 222-223). Nace también la ECUARUNARI (1972), inspirada en los procesos  
de la Teología de la Liberación, que junto con la FEI constituirán frentes unitarios de lucha en el agro (Altmann,  
2
017, p. 5).  
En el plano obrero, las organizaciones sindicales desempeñarán un importante papel en la lucha contra la  
dictadura. La CEOSL dará un viraje hacia la izquierda socialista, lo que propicia los primeros ensayos de unifi-  
cación clasista de las centrales sindicales (Ycaza, 1991, pp. 244-253). Estos intentos se consolidarán tan solo a  
partir de la huelga nacional de 1975, donde realmente se afianza el FUT con la participación de la CTE, CEOSL  
y CEDOC que, para 1976, se dividiría en CEDOC-CUT con una adscripción socialista y, CEDOC-CLAT,  
de índole reaccionaria. Se generó a su vez una segunda huelga nacional unitaria en 1977 (Ycaza, 1991, p. 260);  
además, en estos años se funda la UGTE por parte del comunismo pro-chino, y se suscita la masacre del ingenio  
Aztra (Ayala Mora, 2015c, pp. 150-163).  
La década de los ochenta iniciará con la llegada, tanto de la democracia como de una crisis marcada por el  
alto costo de la deuda externa, la inflación, la falta de inversión y una alta tasa de desempleo a la que los gobiernos  
neoliberales, que marcaron esta década y la consiguiente, buscaron aplacar mediante la aplicación de políticas de  
reajuste estructural dictadas por el FMI (Ayala Mora, 2015c, pp. 164-165). Serán además los años protagónicos  
de la lucha obrera y del FUT, que desarrollarán 14 huelgas nacionales desde 1981 hasta 1989, así como de un  
nuevo desarrollo de los partidos políticos. De entre estos, desde el campo popular podríamos resaltar a los si-  
guientes: MPD (1978), el PRE de carácter populista, el FADI (1978) y el reagrupamiento del PSE (1983) (Aya-  
la Mora, 2015c, pp. 151-152). Destaca asimismo la resistencia frente al gobierno represivo de Febres Cordero  
contra quien se desarrollarán la mitad de las huelgas nacionales, que serán respondidas mediante el asesinato de  
trabajadores en el marco de la represión y la prisión de dirigentes sindicales (Ycaza, 1991, pp. 288-296).  
Por otra parte, la lucha indígena comenzará un período de fortalecimiento organizativo, que dará sus frutos  
en los noventa, creándose la CONFENIAE en el Oriente ecuatoriano, aunque en estricto sentido provenía de  
un proceso de largo aliento desarrollado desde 1970 (Confederación de Nacionalidades Indigenas del Ecuador,  
1
988, p. 54) y, junto a esta, la Coordinación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONACNIE) (Alt-  
mann, 2017, p. 11). En 1986 se establecerá también la CONAIE, conciliando las posiciones étnicas y de clase  
del movimiento indígena.  
La situación de los años 1990 se encuentra marcada por la aguda crisis que vivía el país y la incapacidad de los  
Gobiernos neoliberales para manejarla y que, para 1999, había producido ocho millones de pobres, precipitando  
a los grupos medios hacia esta situación, mientras que, por el contrario, la riqueza se acumulaba cada vez más,  
llegando a un índice del 61.2 % de acumulación (Ayala Mora, 2015c, pp. 165-166). La CONAIE iniciará en esta  
década entonces su período más importante de movilizaciones, demandando tierras, una política antineoliberal,  
democracia participativa y un Estado plurinacional, lo que impulsó así, la lucha social contra el neoliberalismo  
(
Altmann, 2017, p. 11). A La par, el decaimiento de la lucha obrera y la falta de legitimidad de los partidos po-  
líticos del país (Massal, 2006, pp. 115-117) influirán en convertir al movimiento indígena y a los movimientos  
sociales de los sectores medios urbanos, en los actores fundamentales del campo popular de los noventa. La  
CONAIE junto con otras fuerzas sociales, fundarán el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik en  
1
996, participando en la política electoral (Altmann, 2017, p. 12) y serán participes del derrocamiento de dos  
presidentes en los años 1997 y 2000.  
El nuevo milenio estará marcado en sus primeros años por una leve recuperación económica (Ayala Mora,  
015c, pp. 174-175) y una ofensiva neoliberal. El movimiento indígena, los movimientos sociales y ambienta-  
2
.
.
Nº 16, 2021 eISSN: 2602-8069 - ISSN: 1390-5341 Páginas: 109-117  
listas se movilizarán contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Sin embargo, en el año 2002  
estos grupos populares apoyarán la candidatura de Lucio Gutiérrez, lo que les significará una profunda crisis de  
legitimidad. Gutiérrez será derrocado en 2005 por un levantamiento popular denominado “forajido” situado  
fundamentalmente en la ciudad de Quito, constituido por una multiplicidad de actores sin una representativi-  
dad o hegemonía única. En el año 2006 será elegido presidente Rafael Correa, quien acumulará el sentir popular  
basado en una crisis del statu quo (Granda Aguilar, 2008, p. 43). Su gobierno estará marcado por un influjo pro-  
gresista y la modernización y fortalecimiento del Estado, la que puede observarse en la Constitución de 2008,  
mientras que su discurso político puede encasillarse en el populismo (De la Torre, 2012, pp. 151-170).  
Por otra parte, este régimen ha sido cuestionado como reformista, pues para autores como Granda las medi-  
das implementadas por el Gobierno de Correa han sido “parcialmente redistributivas, no implican, sin embargo,  
el cambio de estructuras y peor del modelo económico y social” (Granda Aguilar, 2008, p. 253). Se le cuestiona  
el aplicar un modelo autoritario, sobre todo, en cuanto a lo que se refiere a la judicialización de la protesta social  
y la libertad de expresión (Ayala Mora, 2015c, pp. 178-179), aunque ciertamente el “correismo” abarca también  
a una buena parte de las masas populares, no tradicionalmente aglutinadas en las organizaciones de la izquierda  
mas clásica y que se han visto representadas en su ideario; este fenómenos se ha visto también sujeto a varias  
acusaciones de corrupción que, en la actualidad, cuentan con procesos judiciales abiertos y otros condenatorios  
hacia el exmandatario y sus colaboradores, siendo importante destacar una profunda relación de estos procesos  
con una estrategia de instrumentalización de la justicia (Lawfare), que ha sido dirigida sistemáticamente contra  
los principales voceros del progresismo latinoamericano.  
116  
CONCLUSIONES  
Es importante comprender que la lucha popular en el país ha sido un proceso de flujos y reflujos; no se puede  
hablar de una participación sostenida de los sectores populares en la historia nacional, aunque su presencia —ya  
sea en momentos de algidez de la lucha popular o en momentos de pasividad— es no solo innegable sino deter-  
minante. Nuestra nación surgió marcada por la desigualdad, cimentada en un proyecto de exclusión basado en  
la propiedad y el color de la piel, que buscó perpetuarse en los proyectos nacionales de las elites políticas y eco-  
nómicas. Sin embargo, la insurgencia de los sectores populares, ya sea en el campo militar, político o cultural, ha  
terminado por cuestionar el sistema de exclusión, permitiéndonos pensar en este siglo en un proyecto nacional  
basado en la inclusión de las diversidades, cimentado en la riqueza organizativa e histórica del movimiento po-  
pular que, pese a fracturas, divisiones y derrotas, parece estar aún muy latente, como lo demostrarían los sucesos  
de octubre de 2019.  
REFERENCIAS  
Altmann, P. (2017). Una breve historia de las organizaciones del Movimiento Indígena del Ecuador. Antropología Cuader-  
nos de investigación, 12, 105. https://doi.org/10.26807/ant.v0i12.76  
Antón, J. (2012). Liberalismo, la revolución liberal y los afroecuatorianos. Contra relatos desde el Sur, 8(9), 11-27.  
Ayala Mora, E. (1981). Gabriel García Moreno y la gestación del Estado Nacional en Ecuador. Crítica & Utopía. Latinoa-  
mericana de Ciencias Sociales, 5, 0-16.  
Ayala Mora, E. (2008). La Nación Ecuatoriana en la Historia. En Una mirada al Ecuador: cátedra Ecuador f onteras, vecin-  
dad e integración (Primera ed, pp. 105-117). Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri).  
Ayala Mora, E. (2015a). Primer período republicano-Proyecto nacional criollo. En E. Ayala Mora (Ed.), Historia del Ecua-  
dor II Epoca Republicana (3.ª ed., pp. 12-71). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bolívar, Sede  
Ecuador.  
Ayala Mora, E. (2015b). Segundo Período Repúblicano Proyecto Nacional Mestizo. En Historia del Ecuador II Epoca Re-  
publicana (3.ª ed., pp. 74-134). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.  
Ayala Mora, E. (2015c). Terecer Período Republicano: El proyecto nacional de la diversidad. En Historia del Ecuador II  
Epoca Republicana (3.ª ed.). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.  
.
.
Páginas: 109-117 https://doi.org/10.29019/tsafiqui.v12i16.879  16, 2021  
Benjamin, W. (2008). Tesis sobre la historia y otros f agmentos (B. Echeverria (ed.); 1.ª ed.). Universidad Nacional Autónoma  
de México.  
117  
Bustos Lozano, G., y Terán Najas, R. (2015). Epoca Colonial. En E. Ayala Mora (ed.), Historia del Ecuador I Epoca Aborigen  
y Colonial, Independencia (2-ª ed., pp. 56-131). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bolívar,  
Sede Ecuador.  
Chiriboga, M. (1983). Auge y crisis de una economía agroexportadora: El período cacaotero. En E. Ayala Mora (Ed.), Nue-  
va historia del Ecuador (1.ª ed., vol. 9). Corporación Editora Nacional.  
Chiriboga, Manuel. (1996). Las fuerzas del poder durante el período de la Independencia y la Gran Colombia. En E. Ayala  
Mora (Ed.), Nueva Historia del Ecuador (segunda reimpresión, vol. 6, pp. 266-306). Corporación Editora Nacional /  
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.  
Confederación de Nacionalidades Indigenas del Ecuador. (1988). Las nacionalidades indígenas en el Ecuador (L. Maldo-  
nado, A. Kowii, A. Garcés, L. Benitez y M. Conejo (eds.) 1.ª ed.). FES-ILDIS. https://ecuador.fes.de/fileadmin/user_  
upload/pdf/0121 NACIND1986_0121.pdf  
Cueva, A. (s/f ). El Ecuador de 1925 a 1960. Nueva Historia del Ecuador, 87-121.  
de la Torre, C. (2012). Rafael Correa un Populista del s. XXI. En S. Mantilla & S. Mejía (Eds.), Rafael Correa: Balance de la  
Revolución Ciudadana (1.ª ed., pp. 151-170). Grupo Planeta.  
Fuentealba, G. (1983). La sociedad indigena en las primeras décadas de la república: continuidades coloniales y cambios  
republicanos. Nueva Historia del Ecuador, 8, 45-77.  
Geours, I. Saint. (1983). Economía y sociedad la sierra centro-norte (1830-1875). Nueva Historia del Ecuador, 7, 37-68.  
González Leal, M. A. (1997). Insurgencia popular, oligarquía regional y estado en el Ecuador liberal (1895-1925): la Huelga  
General de Guayaquil, 1922. Anuario de Estudios Americanos, 54(1), 159-184. https://doi.org/10.3989/aeamer.1997.  
v54.i1.403  
Granda Aguilar, V. (2008). Operación Explosión, La muerte de Guadalupe Larriva (1.ª ed.). Casa de la Cultura Ecuatoriana.  
Landázuri, C. (1996). De las guerras civiles a la insurrección de las alcabalas. En E. Ayala Mora (Ed.), Nueva Historia del  
Ecuador (segunda reimpresión, vol. 3, pp. 161-210). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bo-  
lívar, Sede Ecuador.  
Landázuri Camacho, C. (2015). Independencia y Etapa Colombiana. En E. Ayala Mora (ed.), Historia del Ecuador I Epoca  
Aborigen y Colonial, Independencia (Segunda ed, pp. 134-157). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina  
Simón Bolívar, Sede Ecuador.  
Maiguashca, J. (1983). La cuestion regional en la historia ecuatoriana (1830-1972). Nueva Historia del Ecuador, 175-226.  
Manuel Miño Grijalva. (1996). La economía de la Real Audiencia de Quito, Siglo XVII. En E. Ayala Mora (Ed.), Nueva  
Historia del Ecuador (segunda reimpresión, vol. 4). Corporación Editora Nacional.  
Massal, J. (2006). El papel de los movimientos sociales en la consolidación democrática: reflexiones alrededor del caso ecua-  
toriano en perspectiva comparada. Colombia internacional, 63, 108-127.  
Mills, N. D. (1996). Economía y sociedad en el período de la independencia (1780-1845) Retrato de un país atomizado. En  
E. Ayala Mora (ed.), Nueva Historia del Ecuador (segunda reimpresión, pp. 127-163). Corporación Editora Nacional.  
Minchom, M. (2019). e people of Quito, 1690-1810: Change and Unrest in the Underclass (Kindle Ebook) (First Edit).  
Routledge.  
Muñoz Vicuña, E. (1986). Temas Obreros (1.ª ed.). Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Económicas  
de la Universidad de Guayaquil.  
Núñez Sánchez, J. (2015). Regulaciones de la vida urbana colonial. Procesos. Revista ecuatoriana de historia, 1(24), 7. ht-  
tps://doi.org/10.29078/rp.v1i24.203  
Paéz Cordero, A. (2001). Los orígenes de la izquierda ecuatoriana (1.ª ed.). Abya-Yala. https://repositorio.flacsoandes.edu.  
ec/handle/10469/549  
Quintero, R. (1983). El Estado Colonial. En E. Ayala Mora (Ed.), Nueva Historia del Ecuador, Vol. 5 (1.ª ed, pp. 9-51).  
Corporación Editora Nacional / Grijalbo.  
Salomon, F. (1996). Crisis y transformación de la sociedad aborigen invadida (1528-1573). En E. Ayala Mora (Ed.), Nueva  
Historia del Ecuador (segunda reimpresión, vol. 03, pp. 90-122). Corporación Editora Nacional / Universidad Andina  
Simón Bolívar, Sede Ecuador.  
Terán Najas, R. (2009). La plebe de Quito a mediados del siglo XVIII: Una mirada de la periferia de la sociedad barroca.  
Procesos: Revista ecuatoriana de historia, 30, 99-108.  
Ycaza, P. (1991). Historia del movimiento obrero ecuatoriano II: de la influencia de la táctica de f ente popular a las luchas del  
FUT (1.ª ed.). CEDIME / CIUDAD.  
.
.
Nº 16, 2021 eISSN: 2602-8069 - ISSN: 1390-5341 Páginas: 109-117