9
Nº 18, 2022 . eISSN: 2602-7069 - ISSN: 1390-5341 . Páginas: 7-26
tomar en consideración la apariencia que incluye las características físicas y estéticas en las que juegan también
un papel el tipo de corte de cabello, el maquillaje, las fragancias, la limpieza o el vestido.
Esta imagen, explica la autora, comunica sobre nosotros, sobre la forma de ser, los gustos, la posición social
(sea esta real o aspiracional), el carácter, los anhelos, entre otros detalles, por lo que es imposible no tener una
imagen personal. Es por eso por lo que, al equiparar la imagen personal con la comunicación, resulta imposible
que no exista una imagen. No importa si esta es buena, mala, mediocre, indeseable o simpática, el punto es que
no se puede dejar de tenerla, sea esta personal, pública o privada.
A esta imagen personal se le da un uso que puede ser consciente o inconsciente y este está vinculado a cómo
nos relacionamos en el mundo. Esto signica que manejamos nuestra imagen en pos de resultados convenientes
para nosotros mismos como una promoción, conseguir empleo, despertar interés de otra persona, entre otros
(Cornejo, 2016).
Por su parte, Rodríguez (2018) ubica al vestuario como un elemento importante en la comunicación no
verbal porque se trata de un signo no lingüístico que puede enviar mensajes de diferentes tipos y ejecutar algunas
funciones. Por ejemplo, sirve para desarrollar la relación entre el individuo y su entorno por los diferentes ele-
mentos que lleva consigo y que construye signicados y emite información para las personas que, desde el punto
de vista antropológico, pueden ser de tipo étnico, local o internacional.
En la misma línea se ecuentran Casablanca y Chacón (2014), quienes plantean que la moda es un lenguaje ca-
racterístico de los seres humanos y que, por tanto, es una forma de información, ya que a través de este comunican
su sexo, clase social, edad, personalidad, procedencia, gustos y profesión. La moda tiene como elemento básico al
signo y es un sistema no verbal de comunicación.
Castells (2001) ya había señalado que las identidades personales y grupales son de construcción social y que
se moldean de acuerdo con el entorno geográco, histórico, institucional y cultural. Por eso, si este varía las iden-
tidades se reconguran.
La moda, al ser parte de la construcción de la imagen y la identidad, juega un papel importante. Lipovestky
(1990), al referirse a la moda, señala que esta se consolidó como una suerte de celebración a la individualidad y
sostiene que al nalizar la Edad Media se logró una carta de ciudadanía a la individualización de la apariencia, es
decir, esa idea de no ser como los demás. Esta idea de ser único llegó a ser una pasión y una aspiración legítima que
también estaba vinculada con la innovación y la lógica estética individualista dentro de una visión de la diferencia
y la autonomía.
Joanne Entwistle (2002) dice que el vestir y la moda, al ser prácticas corporales contextuadas, pueden impo-
ner parámetros en torno al vestido, pero las personas tienen la creatividad en sus prácticas al vestir e interpretar
la moda. Además, recuerda que los antropólogos Benthall (1976) y Polhemus y Proctor (1978) plantearon la
preferencia humana al adorno, de ahí que todas las culturas vistan o adornen el cuerpo.
La moda tiene al menos tres características o ingredientes, tal como lo señala Guillaume Erner (2004): la
arbitrariedad, la distinción y la imitación, todos están relacionados entre sí.
Sancén Contreras (2013), en su reseña bibliográca sobreLa cultura en el mundo de la modernidad líquida de
Zigmunt Bauman, señala que la uidez de la cultura moderna está en la moda, ya que está en un estado de devenir
y que contrasta entre la pertenencia a un grupo y la búsqueda de originalidad e individualidad. Por eso considera
que la moda es el factor del cambio en la vida humana.
Retomando los planteamientos de Cornejo (2016), las personas en su adolescencia buscan “co(n)-fundirse
con el grupo social al que se pertenece o ambiciona pertenecer y a la vez destacarse individualmente por la ori-
ginalidad o las particularidades personales” (p. 166). En ese proceso, la moda aparece para ofrecer propuestas a
ser seguidas fácilmente por parte de quienes así lo deseen, con lo cual pasan a ser parte de un grupo en el que
puedan diferenciarse o destacarse de temporada en temporada o proponer variantes dentro de las tendencias del
momento (Cornejo, 2016).
En otras palabras, al asumir la moda se respeta las reglas del grupo al que se pertenece o se quiere acceder, dice
Cornejo, y recuerda el planteamiento de Giorgio Lomazzi (1972) en el sentido en que la moda del vestir es un
sistema de signos signicantes, un lenguaje que una persona utiliza cotidianamente más allá de la palabra.
Para esta investigación, el cambio en el vestido durante la pandemia —que implicó un cambio en la presenta-
ción y en la percepción de la imagen personal— corresponde a una investigación del estado de ánimo (mood) que
es parte de los estudios de opinión pública.