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. INTRODUCCIÓN
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El bullying o acoso escolar se refiere a la violencia, ya sea física o psicológica, que reciben los niños que son
sometidos cruelmente en el ámbito donde se encuentren. El objetivo de este acto es someter al niño/niña o ado-
lescente a cambio de obtener algún resultado favorable para los acosadores o simplemente satisfacer la necesidad
de agredir que implica una repetición continua de las burlas o las agresiones y puede provocar la exclusión social
de la víctima (Martín, 2016).
De acuerdo con los datos históricos, se evoca a Horacio en Roma donde el maltrato era ejecutado por un
abucheador, encargado de dar azotes en señal de castigo como parte de la educación. Al avanzar hasta la Edad
Media se encuentran a los jesuitas los cuales tenían al corrector de conductas para reprender a los estudiantes
(
Lugones, 2017).
Al pasar los años se llega hasta el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau quien menciona que algunos conside-
ran a la infancia como el mejor momento de la vida, otros, como un nicho especializado para vender productos no-
vedosos, sin embargo, existen niños que viven con lo básico, lo cierto es que la niñez es original en todas sus formas
y no se puede imponerles nuestras maneras (Castells, 2014). Además, Rousseau propone un nuevo pensamiento
sobre la manera de abordar la enseñanza y aprendizaje en el proceso de adaptación de los niños en su vida escolar.
En este sentido y llegando a principios y mediados del siglo XX Jean Piaget y Lev Vygotsky, sostienen que el
docente es facilitador, con lo cual se oponen a la educación tradicional donde el docente es una autoridad incues-
tionable y el estudiante, un simple receptor de conocimientos (Muñoz, 2013).
Como definición adicional, el bullying es considerado como una enfermedad con connotación de violencia,
así lo sostiene la Organización Mundial de la Salud-OMS (2002) en su Informe Mundial sobre la Violencia y
la Salud, en el cual se describen los principales impactos, a nivel de salud emocional, que causan las agresiones
físicas y verbales en el desarrollo de las personas tanto en su salud como en los estados de ánimo.
Por lo tanto, además de ser una problemática dentro de los establecimientos, el acoso escolar también afwcta
el ámbito emocional de estudiantes, lo que se convierte en un tema de salud psicológica que requiere importancia
y atención, además, afecta a adolescentes en el aspecto social, por lo que se requiere que las unidades educativas
aporten con estrategias y planes de trabajo. El apoyo que brindan las familias es fundamental para realizar un
trabajo en conjunto con resultados favorables (Barri, 2006).
El estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal (2011) reveló que estudiantes
de primaria que fueron abusados física o verbalmente tienen niveles significativamente más bajos en lectura y
matemáticas que sus compañeros y compañeras no acosados, y que los/las estudiantes que sufren acoso escolar
tienen rendimientos más bajos que aquellos que los que no reciben bullying.
En consonancia con lo anterior, las formas de violencia más destacadas son: percepciones sobre la discapaci-
dad, enfermedad, orientación sexual, raza y origen étnico se encuentran entre los motivos más comunes para que
los niños y niñas sean excluidos del grupo. El bullying ocurre en las escuelas públicas y privadas, pero las formas
más sofisticadas de acoso, humillación y exclusión predominan en las escuelas privadas (Cepal, 2011).
Sobre el acoso escolar en Ecuador uno de cada cinco estudiantes, entre 11 y 18, años ha sido víctima de acoso
escolar. Las cifras del informe del Ministerio de Educación (2017) reflejan que las principales formas de acoso
escolar son: insultos, rumores, sustracción de pertenencias, ciberacoso y golpes. Además, en el mismo informe,
se indica que, de acuerdo con las regiones, el mayor porcentaje se encuentra en la Amazonía con el 27 %, seguido
de la Costa con el 26% y la Sierra tiene menor proporción con el 20 %.
En la actualidad el bullying constituye un verdadero problema para algunos centros educativos debido a que
los docentes presentan características de impotencia ante esta situación, ya sea por leyes muy permisibles o una
pérdida de comunicación entre los miembros que conforman el triángulo educativo. En este caso, los niños,
niñas y adolescentes, como actores principales desempeñan dos roles: una como agresor y el otro como víctima.
El problema se debe a las formas más comunes de acoso escolar que se dan en los diferentes sectores, lo que
provoca un corto alcance de control en momentos y eventos en los que las autoridades no pueden cubrir, al mismo
tiempo, varios lugares de forma simultánea. Según el Ministerio de Educación (2018), el acoso escolar se da prin-
cipalmente en las aulas, seguido del patio o las canchas de la escuela, y en tercer lugar, fuera del centro educativo.
En este sentido, la falta de estrategias apropiadas para llevar un control adecuado sobre el comportamiento de
los estudiantes en el ámbito social, al interior del establecimiento, provoca que carezcan de un seguimiento cons-
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Nº 17, 2021 eISSN: 2602-7069 - ISSN: 1390-5341 Páginas: 76-85